viernes, 18 de abril de 2014

Oaxaca en Feria del Libro de Orizaba. No invitan a escritores locales.

FOTO: Las novísimas generaciones no tienen esperanza. Datos de la Unised.


Anuncian que Oaxaca, sí Oaxaca, es el invitado especial de la Feria del Libro de Orizaba 2014. Qué contentos andan todos, qué símbolo tan tangible de una administración comprometida. Oaxaca, allá, mostrando lo que tiene, allá, lejos, sí, allá.

Los gestores culturales se reúnen, planifican: “¿Qué llevamos?, ¿Qué nos representa?”. Los intelectuales de la dependencia dan vueltas, tienen que lucirse en tierras lejanas, dejar en claro que Oaxaca vive, siente, bulle... Las deliberaciones son largas, la mano en la barbilla, la corbata que se afloja en el cuello, el hambre, ¡por dios!, el hambre. Luego, con la inteligencia sagaz del veterano en asuntos culturales, alguien habla, exclama con el brío narrativo de la escenificación de “Donají la leyenda”: “Claro, llevemos nuestras MAGNÍFICAS danzas, nuestras tradiciones, llevemos la Guelaguetza. Llevemos libros sobre cuentos y leyendas, llevemos libros con recetarios de nuestra cocina, que se sepa que Oaxaca es único, que venga más turismo, que nos distingamos”. La sala aplaude, todos están de acuerdo. La brillante idea colocará a Oaxaca a la vanguardia en lo que a Ferias de libro se refiere. Ahí va Oaxaca, ahí va a mostrar lo que tiene, a lucirse, pavonearse, demostrar una vez más que el Estado es un hervidero de artistas.

De pronto, oculto en la sombra de la mesa, el sentido común, perdido, arrastrado por las telarañas institucionales, pregunta: “¿Oigan señores, si es una feria del libro, no les parece buena idea que también llevemos a algunos escritores?”. Las carcajadas se sueltan, el estómago abultado “del funcionario” se contrae una y otra vez, sin detenerse. Qué buena broma, piensan. Qué buen chiste para salir de la burócrata monotonía. “¿Escritores?, qué bah, es una feria del libro, es turismo, no es literatura”. “Pero Oaxaca no es sólo tradición señores, es sus jóvenes poetas, narradores, dramaturgos, todos ellos tratando de abrirse un espacio en la escena nacional, algunos malqueridos en su estado porque no hablan de “la belleza de las flores”, “la casa del abuelo”, “El inmaculado río de Tehuantepec” y toda esa juerga tradicional del tradicional escritor oaxaqueño. “Si quieren ir, que hablen de Oaxaca, y qué hablen bien, o que aprendan a zapatear y mover la piña”, contestan.

Ahí mismo, el funcionario relegado, el que quisiera hacer algo bueno, piensa que hay algo  cierto en todo eso, pero calla, no va a discutir con la realeza, no va a arriesgar el pellejo, el que se abulta en la papada, el que hunde con rigor al pobre ombligo. Piensa que para qué arriesgar más, si a los escritores locales no los invitan ni a las ferias de libro de aquí, se suma que tampoco los invitan a las ferias de libro nacionales. Que si a los escritores oaxaqueños “nadie los conoce”, pa’ que esforzarse en darlos a conocer.

Pero ¿qué dirán en Orizaba?, dirán que no hay una literatura explorando posibilidades en Oaxaca, que no hay más que folclor, que este Estado es eso y nada más; lo confirman sus ojos, sus oídos. Qué “bonitas” son sus tradiciones, qué bonitos sus bailes. Lástima que no tenga escritores con hambre de ser universales, lástima.


Y cuántas veces hemos escuchado en encuentros solitarios “A poco escriben en Oaxaca”. Quizá la Compañía de Danza Costumbrista recibirá el aplauso “acostumbrado”. Por suerte un par de libros empolvados en los Parajes de las cajas saldrán a la luz, verán el amanecer de un mundo nuevo. Mientras, los escritores vivos, los de carne y hueso, los que buscan espacios para proyectar su obra y demostrar que algo quieren aportar a la literatura mundial, y no a la Guelaguetza, se gastan los pesos que les quedan en un par de chelas, aunque el hambre siga ahí, aunque ni su estado, ni sus funcionario culturales tengan el suficiente sentido común, para mirarlos. Después de todo si el funcionario se pone buzo podría hacer una convocatoria para que los escritores manden su trabajo, para que tengan chance de participar y ganarse un lugar en el autobús de los danzantes, pero “qué hueva. Seleccionar los trabajos lleva tiempo, y todo esto surgió tan de repente. Ah, perenganito que es mi amigo parece que es escritor innovador, porque habla de los taxis de Oaxaca, igual y lo llevo pa’ que ya no digan nada”.

1 comentario:

j. e. dijo...

¿a dónde van los taxis que parten de noche?