lunes, 24 de junio de 2013

Magnánimo Depronto y la literatura. Del hambre, del sistema y de los egos



Magnánimo Depronto, es el pseudónimo de Alberto Salazar, San Pedro Amuzgos, Oaxaca (1953). Ensayista oral y teórico del arte. Su pensamiento aún inédito saldrá a  la luz pública en el libro, La olla depresión, aportes para entender lo inasible.

O.T: ¿Cuál es a su parecer el motor y características de la literatura local?
M.D: Nada nuevo hay que decir, sólo queda reflexionar. Empecemos por ver las cosas desde afuera, lo aparentemente superficial pero significativo. Existe una lucha, consecuencia de una sociedad estratificada, de los mercados del arte y del hambre, de las necesidades básicas, del deseo de vivir de las capacidades propias y con dignidad. Es esta necesidad, esta hambre, y la toma de consciencia de un sistema explotador, lo que hace que tengamos que competir unos con otro. Nos peleamos como perros de la misma manada por un trozo de carne. Entonces las alternativas de todo literato son limitadas cuándo se encuentran con que también varios de sus colegas luchan en su contra, además del sistema político-empresarial, que dicta las normas de lo que es alta literatura, es decir, legitima el gusto. La paradoja de la época es que la posibilidad de que en Oaxaca, y en el mundo, un escritor publique está supeditada a intereses empresariales, al supuesto gusto del consumidor, que es donde se pretende impactar para convertir a la empresa editorial en un negocio redituable.  

Pero ¿a quién tratamos de convencer de que nuestra obra vale?, ¿a la industria?, ¿a la corrompida crítica nacional?, ¿a los sistemas del arte en el seno del gobierno? Es claro que estos son mecanismos para adquirir prestigio, y por ende lograr vivir de nuestro trabajo, pero también es obvio que sólo se benefician cierto tipo de obras, todas insertadas en el gusto de los que han logrado un lugar en el aparato burocrático del estado. Los que se han domesticado.

Pongamos por ejemplo los ya tan criticados premios de poesía. De inicio muchos de ellos exigen a los autores determinado tipo de letra, determinadas cuartillas y hasta un interlineado muy específico, esto representa en sí ya una limitante para una poesía que pretenda jugar con otros elementos del lenguaje, muchos ni siquiera ajenos a la literatura, como la tipografía, la manipulación del lienzo literario —que es en el sentido más tradicional la hoja. En su lugar se han colocado premios especiales para las literaturas periféricas. Para mantener a la poesía en su más tradicional formato y seguir premiándola. El verso libre ya no es suficiente. Estamos en un punto en el que la tecnología nos ha rebasado y no hemos tomado conciencia de ello. Además de todos los alegatos de corrupción al interior de los premios.

O.T: Usted dice que el escritor se domestica, pero ¿qué me dice de las figuras que han marcado a la sociedad, de cierta manera la han cambiado, como si ellos hubieran domesticado, por usar sus palabras, a la sociedad?
M.D: Tú hablas de los considerados genios. Se ha escrito mucho sobre el asunto de la existencia del genio, del Talento individual, pero un genio en una sociedad como la nuestra ya no es factible. No es factible en cuanto no sabemos si Sultana Domínguez, —y pongo un ejemplo clásico— que vive allá en la periferia tiene un talento excepcional pero el sistema económico no le da las posibilidades para descubrirlo —Y eso pudo suceder en cualquier época—, actualmente hay cánones tan establecidos, y tan definiditos, que un genio sería el producto de circunstancias sociales muy precisas, casi milagrosas. Pero el sistema está diseñado para favorecer a algunos, impera el nepotismo, por ejemplo. Entonces los creadores marginales tienen todo en su contra. No digo que sean malos escritores los que logran publicar, pero hay muchos otros que son mejores y no han tenido acceso al sistema. Entonces tienen que domesticarse, ingresar a un taller literario, a veces no sólo para aprender, sino para hacerse de contactos y entablar química con ellos, pavonearse en reuniones privadas con literatos que han alcanzado cierto estatus, sortear los egos, abrirse paso entre los que acuden a esas reuniones por interés, aparte de no dejar de escribir. El proceso no sólo es un proceso creativo, es una habilidad, o suerte quizá, para encontrar las ventanas adecuadas en caso de que el escritor quiera acomodarse en el sistema oficial de las publicaciones, incluyendo a todos los subsistemas, y comer. Conozco muchos de esos casos, personas que de la noche a la mañana adquieren un estatus no por su talento, sino por las relaciones que establecen.   

El efecto secundario de este sistema es la complacencia al interior de los grupos que, como agente corrosivo, puede encaminar a la literatura hacia caminos no muy precisos, pero si orientados, como al interior de los dogmas. No quiero decir que debamos romperlo, porque al final de cuentas el deber ser es una cuestión puramente moral, puramente ética y, en este caso, estética. Pero hay que mencionarlo, los sistemas del arte operan como cotos de poder y legitiman creatividades que a veces poco tienen que aportar a la cultura mundial, nacional, o estatal. Entonces las publicaciones y los premios se convierten en monumentos al ego. Los curriculums están llenos más de premios y becas que de verdaderos aportes a la cultura. No importa si hiciste un festival de apoyo a la comunidad, si tu obra creativa ha impactado directamente sobre un sector social, lo que importa es cuantos premios has ganado y cuántos reconocimientos tienes, aunque estos premios se alejen de la realidad y terminen convirtiéndose en diplomas funcionales para la burocracia y en libros empolvados. ¿Cuántos de esos escritores premiados han aportado algo real a la cultura? Quizá algunos, pero estoy seguro que no la mayoría. Sus premios sólo son un escalafón en una elite muy cerrada.

O.T: ¿Entonces cree que la literatura oaxaqueña debe valorarse a partir de un análisis que tome las obras y las independice de sus logros y/o fracasos en el sistema oficial de la literatura?
M.D: No creo que sea tan estricto como eso, pues el contexto es importante para entender una obra de arte. La obra adquiere valor en principio, no a partir de la obra misma, sino de la obra en su contexto y de su creador. No importa si el próximo libro de Francisco Hernández es malo o bueno, lo que importa es que es Francisco Hernández, y eso basta para publicárselo. Así opera el sistema. La gente no hace obras de arte para llevarlas lejos, las hace para adquirir prestigio personal, por eso siempre su nombre va adelante, por eso las biografías son ahora un gran género. Pero también podemos analizar la literatura a partir de sus estructuras internas, su composición lingüística, los efectos finales en la composición de las partículas significantes. Pero ¿quién ha hecho esto en Oaxaca con la literatura local?, ¿quién se ha sentado a estudiar con detenimiento las estructuras internas de una obra?, todo lo que hay son juicios de valor venidos de la calificación de grupos socioculturales con perspectivas diferentes de la literatura, perspectivas parciales. Los foráneos no van a hacerlo, menos en una sociedad centralizada, ellos están cómodos, no requieren hacerlo, ¿por qué lo harían?

De hecho, es claro que muy pocos escritores leen a sus contemporáneos, menos a los de su estado, algunos no conocen más que retazos de la obra. Los juzgan por su apariencia, por su personalidad, por sus actos, por sus amigos cercanos, no por su obra. Por eso existen grupos de auotoalabanza, amiguismos, reuniones literarias que gozan del aplauso de los allegados. Y no está mal, finalmente es parte de la naturaleza humana. Pero algo es cierto, no existe, ni ha existido en Oaxaca un crítico que se ponga a analizar las literaturas, con conocimiento de causa. Tampoco están las condiciones para que exista, ¿quién le pagaría por un trabajo tan exhaustivo?, nadie. Ni siquiera los artistas lo verían con buenos ojos. Sería un ser marginal en esta sociedad. Por eso nadie quiere hacer ese trabajo.

A nivel contextual Oaxaca tiene su literatura, una que no es incipiente, una que nació antes del contacto con los europeos, y una literatura joven que ya ha aportado a la literatura mundial, sin que ello signifique su falso éxito comercial.  Y digo falso porque está comprobado que los productos basura se hallan en el auge, no la calidad, comprobémoslo con el número de visitas de los videos en YouTube, con el rating, las estadísticas de consumo. Una muestra como esa no puede pasarse por alto en cuanto es un reflejo de lo que consume una sociedad cada vez más iletrada, y con esto no quiero adjetivarla, sino describirla. No está mal que la sociedad se esté volviendo más visual, finalmente es un logro humano fundamental. Quizá es más fácil mirar un documental sobre la segunda guerra mundial que leer decenas de páginas al respecto, y está bien, ambos son procesos  para recibir conocimiento, tampoco tenemos que obligar a la gente a leer, pero también es evidente que la mayor parte del consumo audiovisual son productos ligeros.

Regresemos al asunto que nos interesa, al de la literatura en Oaxaca, sus formas, sus exponentes y sus resultados, habría que analizar el proceso en todas sus facetas. El hecho de que existan productores locales de literatura, es ya un síntoma de su vitalidad e importancia, el hecho de que sean creadores jóvenes los que también hacen este trabajo, da cuenta de que existirá una continuidad en ella, independientemente de los que se esté escribiendo, este es un paso importante a analizar, quizá deberíamos enfocarnos en la historia particular de estos creadores, no lo sé, y luego estudiar cuáles son los temas predominantes y las formas. Ni hablemos de géneros, sino de formas.

Ahora bien, todo escritor debe dominar su instrumento, manipular su materia en combinación con su creatividad,  sólo así podrá desarrollar una obra consistente, no de otra manera. Aprender a escribir implica habérselas con las posibilidades del lenguaje escrito una y otra vez, conocer sus reglas, sus vericuetos. Desafortunadamente no todos los escritores hacen gala de un dominio del idioma por muy alta sensibilidad que tengan, por muy elevadas que sean sus ideas, y aquí sí que entra el asunto de la educación. 

O.T: Por eso se ha hecho un esfuerzo con los talleres literarios
M.D: ¿Los talleres?... el tallerismo es un esfuerzo a medias. Un fenómeno muy local.  En muchos talleres el problema radica en que la formación es unidireccional, de acuerdo al tamaño del ego del tallerista, impondrá o no su visión personal sobre quienes estudian con él. Me abstengo de nombres. La ventaja de las universidades, las que se precian de serlo, es que existe la posibilidad de aprender de diversas voces a la vez, y en distintos campos. Por un lado los talleres son una excelente posibilidad, por otro, presenta ese ligero defecto, pero se entiende que si no hay más opciones, son una forma válida para aprender. El problema es que se han convertido en un círculo vicioso; los alumnos que muestran más lealtad al tallerista —y a veces sí, su talento—, reciben el incentivo de verse publicados, con las correcciones pertinentes. Esto refuerza la lealtad, los egos, y los alumnos caen en un juego que repite una y otra vez. Nunca se les dan herramientas que los hagan independientes del sistema. En el caso de los talleres locales, fijos, a veces la infidelidad al taller representa puertas cerradas. Entonces los escritores oaxaqueños caen en un juego circular, y hasta que no salen del estado, no se zafan. No importa su capacidad. Pero al ingresar a otras latitudes, notan un sistema similar; y lo ven como normal, como lo natural en el mundo literario. 

Dicen que lo ideal sería que el alumno asesinara con su propia pluma a su maestro. Pero el oaxaqueño, por su historia cultural personal, está tentado a glorificar lo externo —Y digo externo porque muchos talleristas son foráneos—. Los ejemplos son varios, el arraigado malinchismo afecta a esta sociedad desde raíz  y justifica sus acciones. Todavía creemos que lo foráneo es mejor,  más inteligente, que el adinerado realmente vale más, lo vemos en la vida cotidiana, en los restaurantes, en las plazas públicas, con más razón en los escalafones que pueden proveer prestigio. Se establece una probada relación de paternalismo: por un lado el sistema que pretende traer de afuera los conocimientos, y entonces ahí tenemos a los que se han colocado en el sistema y vienen con las buenas intenciones de enseñar, apoyar, aportar, pero la creatividad local resulta infravalorada, a veces no por el tallerista, sino por los paisanos, y esta a su vez se deja infravalorar; sádico y masoquista se complementan.

Otro ejemplo es que la configuración social del estado parece de otro siglo. Creemos que hemos superado épocas que vistas desde lejos, desde donde estamos,  parecieran ajenas, incluso absurdas, pero las estructuras sociales tienden a repetirse. Son contados los grupos que dominan la escena cultural, y no hablo solamente de literatura, sino de grandes centros alrededor de los que gravitan determinados tipos de arte y con intereses diversos. Muchos de estos grupos son cerrados, manifiestan desconfianza con los llamados novatos. Es una reacción natural entre las manadas. Probablemente es un resabio de nuestros instintos animales. No es culpa nuestra.

En resumen, la literatura siempre ha estado sujeta a las particularidades sociales de cualquier época, el escritor será valorado no a partir de la calidad de su obra, sino en relación a otros intereses, y esos intereses, hay que decirlo, son ajenos al escritor; la literatura pasa de ser un fin, a un medio.

O.T: ¿Y la crítica?, hablaba usted de una corrompida crítica
M.D: La crítica corrompida es una crítica corrupción, o como dices: una “corrompida crítica”, muy crítica (ríe). Me pones en demasiadas encrucijadas y no sé si he sido consistente. El problema de la crítica literaria en Oaxaca es que no existe, y que cuándo da atisbos con argumentos que pudieran ser o no válidos, genera incomodidades, síntoma oaxaqueño de una nula apertura hacia la crítica. De eso ya hablé con respecto al teatro. Pero en literatura es más evidente que hay críticas al servicio de particulares, es parcial. Voy a explicarlo.

La crítica nunca será aceptada, jamás, esa es su historia, por eso nació la frase de que el crítico es un artista frustrado. Porque quizá nunca a ningún artista le haya gustado que no alaben su trabajo, esa es su naturaleza, el gusto por el elogio es algo con lo que ya venimos programados. La crítica entonces su vuelve bandera de algunos, rechazo de otros.  Un crítico que pretenda vivir de su crítica siempre se inclinará por grupos determinados, lo quiera o no lo quiera. ¿Por qué? porque en un sistema neoliberal no existe la absoluta libertad de expresión cuando hay dinero e intereses de por medio. Entonces criticar para qué ¿para que el sistema de legitimación lleve a unos más a la “gloría” que a otros?, ¿para que exista inconformidad y por ende divisiones? No. También esa es una de las razones por las que la crítica se ha evitado en Oaxaca. Se habla de otros temas, de otros autores, de otras latitudes, pero lo local está vetado. Si alguien quiere hacerlo va a cerrarse las puertas del gremio, y lo va a hacer sin una paga; en suma, se pone la soga en el cuello: ya no lo invitan a eventos, no publica, se rumorea de él, y se espera que en algún momento caiga. Puro mal karma (ríe).

Normalmente el arte y la crítica crecen a la par, pero es lógico que en una sociedad tan poco receptiva a la crítica, está crezca menos y las artes crezcan más. De tanto arte que hay, hay tan poca crítica, ¿no es curioso?   Ya siendo extremistas, diría que tampoco  existen las bases de la crítica en tanto que nunca dejará de ser un trabajo subjetivo, influenciado por la cultura y por el gusto personal.

O.T: ¿Algún comentario más?
M.D: El lenguaje de la literatura ya ha sido profundamente analizado, también sus autores y su época. Pero nos falta un aspecto del lenguaje, su capacidad para incrustarse en el lector, la manera en que el lector lo recibe, ese proceso subjetivo en el que el crítico desaparece. Muchos hemos leído obras alabadas por la crítica y que, sin embargo, somos incapaces de terminar, simplemente porque a nosotros no es capaz de envolvernos, no nos dice nada. El lector es en última instancia el que juzga.

Pero también hay problemas de interpretación, leemos lo que queremos entender y no lo que un autor dice. Eso es Gestalt. Manipulamos las palabras leídas, hace falta entonces un análisis frío, que tome en cuenta todas las posibilidades semánticas de un texto. La literatura nunca es total, requiere de un cerebro lector que la complemente, requiere que el carro rojo narrado se acomode al tercer ojo del lector. Es en este punto ciego, en donde se prestan los malentendidos y con ello, las peleas infunda-mentadas (hace una señal).

Si el país está corrompido,  lo está su espíritu y con mayor razón el arte, que es una de las expresiones inmediatas del espíritu. Me pregunto si es sensato querer hacerse un lugar en un sistema que privilegia las relaciones de poder y no el talento. La historia nos ofrece bastos ejemplos de esto, como si de facto, la naturaleza humana estuviera condicionada a conductas de este tipo. Yo por eso acá en el campo y que venga lo que tenga que venir. 

2 comentarios:

Karloz Atl dijo...

De las mejores cosas inservibles y talentosas Posc.

O.T. dijo...

Saludos