Foto: Yovegami Ascona
Magnánimo Depronto, es el pseudónimo de Alberto Salazar, San
Pedro Amuzgos, Oaxaca (1953). Ensayista y teórico del arte. Sus manuscritos aún
inéditos saldrán a la luz pública en el libro, La olla depresión, aportes para
entender lo inasible.
OT: ¿Cuál es, a su parecer, el papel y el estado de la crítica teatral
en Oaxaca?
MD: Es indispensable decir que
Oaxaca requiere fortalecer la crítica, aún ausente, como complemento de una
vida teatral local, y como trampolín de una teatralidad que produce montajes de
manufactura cien por ciento oaxaqueña. Pero
el problema inicial, pienso, de todo aquel que pretende hacer crítica teatral
es correr el riesgo de analizar una obra a partir de la visión personal. Sí,
sí, ya sé que es imposible no hacerlo, pero no está demás perseguir una
objetividad gestada en la observación minuciosa del fenómeno escénico en su naturaleza
básica: un actor, un espectador y su forma de relacionarse.
Llaman mi atención los
comentarios vertidos sobre la obra de Kurt Hackbarth dirigida por David
Luciano: El Ostrakón, y a la que tú
me invitaste, que se presentó en el Teatro Juárez en agosto de 2012. Y estudio este caso dado la serie de
comentarios y reacciones que ha despertado a nivel de la crítica. La obra se manufacturó en todos sus rubros en Oaxaca —dramaturgia,
música, dirección, actuación, etcétera—y no ostentó ninguna clase de apoyos
oficiales. El Teatro Juárez, donde se presentó, fue alquilado de forma
independiente. Los únicos textos que intentaron abordar críticamente el
montaje, uno escrito por la dramaturga y directora Itandehui Méndez, y el otro
por el dramaturgo y actor Rafael Alfonso, son atisbos de una crítica local que,
desde mi perspectiva y quizá por el tamaño del espacio disponible en su
publicación, no ahondaron mucho en el asunto. Por otro lado Acá la crítica se hace así. Atte: La Teca,
(http://criticateatralmexicana.blogspot.mx/)
un blog en internet que ejerce la
crítica teatral de un modo satírico y a partir de un personaje que juega con el
cliché de lo istmeño —quizá como una forma de criticar al teatro mediante el
teatro—, aborda con mayor profundidad el montaje y discurre sobre los elementos
de la tragedia a partir de que Hackbarth califica su pieza como tragedia
contemporánea.
"La teca", como se hace
llamar, profundiza también en elementos que componen la obra, como los monos "de
calenda" aparecidos: "Uno puede pachequearse y decir: ah, claro, es
que los monos de calenda simbolizan… pero independientemente de que uno saque
conclusión en su cabeza sobre qué simboliza mono de calenda, la obra no da
todos los elementos necesario para llegar a conclusión. Y no estoy diciendo que
me den significado digerido, sino que me den elementos para yo poder pachequear
mi cabeza y llegar a algo", dice.
Ahora, yo en lo personal sí
encuentro el simbolismo en los monos de
calenda de los que se sirve el director David Luciano en El ostrakón. Y mi reflexión ha de
centrarse entonces en ¿por qué vemos cosas diferentes? Quizá sea necesario
criticar a partir de otros elementos no relacionados directamente con la
puesta, pero sí con su contraparte: los espectadores. Ese ir al teatro para ver a los espectadores
bajo el microscopio de la antropología y la psicología: el mismo estímulo
escénico generando respuestas distintas entre los asistentes: los que dormitan,
los que ríen, los indiferentes. Leer al otro día la nota fría en el periódico,
la crítica mordaz del erudito, el comentario flojo del teatrista: "que fue
mala, que fue buena, que se cae, que no dice nada, que intenta decir
mucho". ¿Qué es lo real entonces?, ¿un público que disfruta de lo vano?,
¿un público que ve en lo vano la sorpresa que no encuentra el crítico de teatro?,
¿un crítico de teatro que considera que el público es timado?, ¿ambas cosas?
OT: Bueno, pero eso significa llegar a un problema de la realidad que
casi nos desviaría hacia cuestiones ontológicas.
MD: Es que en efecto se trata de
un problema de realidad, que no es igual para todos y que nos modifica en
cuanto es una construcción personal, social y cultural. Entonces deberíamos
cuestionar la validez del crítico, llegar al extremo incluso de afirmar que el
crítico pretende imponernos una forma de pensar que le fue impuesta a él
primero. El arte analizado a los ojos del crítico debería ser, en este sentido,
de importancia secundaria. Y deberíamos priorizar las consecuencias de una obra
sobre el espectador. Pero, vaya, es necesario estudiar al espectador y saber cómo
siente, qué lo mueve y por qué. Lo extraño de la crítica es que se erige como
autoridad para juzgar en última instancia, algo que ya ha sido juzgado en el
acto de ser visto. Entonces el crítico se enfrenta al público que frente al
crítico y en los sistemas oficiales ha perdido autoridad, pero se nos olvida
que el crítico, y parafraseando a Barba, se erige en espectador profesional,
toda vez que se supone que sabe sentir, apreciar, juzgar. Pero el crítico a la
vez que, por su experiencia, ha "afinado" su mirada, puede haber
perdido la capacidad de sorprenderse, porque analiza.
OT: Sí, pero la crítica ha jugado un papel importante en el desarrollo
de las artes.
MD: Claro que ha sido pieza
importante, no sabemos si para bien o para mal. De hecho debemos evitar esos
juicios de valor. Pero vale la pena hacer un cuestionamiento de la crítica. Me
atrevo a afirmar que el crítico es en parte responsable del arte conceptual, un
arte para pensarse, analizarse. Cuándo el crítico entra al sistema del arte en
una era capitalista, surgen artistas que persiguen asombrar al crítico mediante
el concepto. El crítico colocado en el sistema del arte, legitima las obras, y
el público requiere aprender a entender el concepto eliminando el recibimiento
natural y espontaneo del arte. Surge
pues, la necesidad de formar públicos, la necesidad de formar sensibilidades
para entender realidades compuestas por el arte, por el teatro. Yo me pregunto
si esto no es acaso una descomposición del arte.
OT: Si pensamos que habitamos una sociedad televisiva donde la
gente se deja envolver con espectáculos de baja calidad, haciéndolo creer que
eso es teatro, ¿no es acaso sencillo entretenerlo?, Quizá el crítico se
preocupa por la calidad del espectáculo y no por el público, es decir, se ocupa
más del espectáculo porque conoce estas deficiencias.
MD: Habría que replantear el
concepto de la calidad, si por baja calidad entendemos lo fácil, y si
encontramos públicos con el gusto por lo fácil, es cierto. Pero el arte
conceptual, por ejemplo, no requiere el dominio de una técnica, en ese sentido
es fácil, y sin embargo este tipo de arte no goza de popularidad entre las
mayorías, y sí entre algunas élites, pero ese es tema de otro texto.
También podrías decirme que no se
le pueden dar al espectador espectáculos mediocres, subestimándolo como si
fuera un perpetuo ignorante. Pero la triste realidad en Oaxaca es que el
espectador promedio es incapaz de percibir las altas conceptualizaciones de obras que se gestan en la complejidad del arte contemporáneo. Se
me dirá que quiero que el público reciba papilla,
se me dirá que no es ese el camino, que el público no es ignorante. En efecto
no lo es, pero tampoco podemos esperar, obligar, que el público entienda
nuestros altos y sublimes
pensamientos pensando que les vamos a dar verdadero arte y no plástico. Queremos obligarlo a entender nuestra
subjetividad y no nos cuestionamos la validez de nuestros símbolos artísticos,
cuestionamos al público y su capacidad de recepción, pero el artista no se cuestiona,
bueno, no cuestiona su obra y su capacidad para tocar las fibras nerviosas del
público.
Mi punto es acudir a lo sensato, lo
natural en todo proceso humano, los públicos se forman paso a paso, no de la
noche a la mañana, y por generación espontanea, solamente por darles un poco, o
mucho, de buen arte. El principio
fundamental para formar públicos radica, claro, en una estructura de promoción,
apoyo y etcéteras a veces institucionales. Pero en primera instancia, e
inamoviblemente, el elemento fundamental de la formación de públicos radica en
la naturaleza del arte.
Lo cierto es que, otra vez, la
formación de públicos parece ser el problema fundamental en Oaxaca. Entonces
pienso que la fuerza del Ostrakón es
ubicarse entre lo fácil, lo didáctico y la propuesta; elementos fundamentales
para enseñar a caminar a un espectador en ciernes que después, aprenderá a
correr. Finalmente no se nace, quizá, con las aptitudes para valorar el arte en
un país fundamentado en la cultura televisiva. Quiero decir que habrá que
valorar el fenómeno a partir de las dimensiones estética y antropológica.
La obra pudo resultar plana para
el crítico, pudo resultar predecible para el literato, pudo haber tenido
defectos de iluminación y carencias actorales. Pero yo no vi exactamente eso,
yo vi una apuesta por lo dramatúrgico y vi la estructura de la tragedia.
Alguien decía que fue una obra didáctica, pero hay que escarbar en la estructura
del montaje. Tradicionalmente hay siete géneros teatrales, dos de ellos son la
tragedia y la obra didáctica, ambos de características diferentes. Yo podría
argumentar, y sólo a nivel de texto, que la obra ostenta elementos de la
tragedia por hacer de su personaje principal un ser condenado por el destino,
un destino contemporáneo encarnado en el actual sistema socioeconómico, un ser
que termina en el exilió porque no puede luchar contra su propio destino, que
ya está escrito, que ya está fabricado y que el
público, o yo como público percibí predecible, y lo predecible es la
naturaleza de la tragedia, sólo hay que ver el proceso.
A mi parecer y también por la
propuesta de dirección que hace David Luciano, la obra es una tragedia fársica
que retrata ya no a los dioses como operadores del destino, sino al sistema
socioeconómico, de ahí quizá el terminó que usa el productor: tragedia contemporánea.
De ahí, lo didáctico viene a ocupar un plano secundario.
OT:¿Defiende usted entonces el montaje y lo ensalza...?
MD: No, ni siquiera es lo que
pretendo, lo que pretendo es, como desde el principio, argumentar la necesidad
de una verdadera crítica que deconstruya, con conocimiento de causa, montajes
que es necesario analizar por el valor que les confiere el estar manufacturados
en su totalidad en Oaxaca, surgidos del mismo proceso social del país. Y no
readaptaciones de clásicos, con músicas reutilizadas, y con propuestas que a
nivel visual y actoral pretenden enmarcarse en supuestos naturalismos. Hay que
replantear nuestros parámetros de crítica.
OT: Pero los personajes de la obra, a juzgar por los comentarios de
miembros de la comunidad teatral, eran planos. Había grandes carencias
actorales.
MD: Es verdad, pero no se lo
atribuiría a los actores, yo pensaría que fue el proceso de dirección. He ahí
el proceso de deconstrucción. El crítico debería tener la agudeza visual para
detectar dónde radica el error, puesto que una obra de teatro es sólo la
cara de un proceso que cuenta con diversos creativos. En todo caso el crítico
tendría que sugerir, establecer un diálogo con la obra para a largo plazo
establecer un proceso de construcción con la actividad teatral en Oaxaca.
OT: Entonces la crítica es el problema.
MD: No es un fenómeno tan plano,
hay muchos factores, otro problema está en las particularidades de la cultura
local. El problema es que la crítica produce temor aquí porque es capaz de
ahuyentar públicos, cerrar puertas, disolver compañías. La crítica en Oaxaca
nunca es bien recibida a menos que ensalce la obra.
Otro error del crítico radica entonces en argumentar que a una obra le falta esto o aquello sin tomar en cuenta factores como la profesionalización en Oaxaca de actores, dramaturgos, escenógrafos, tramoyistas. Un crítico responsable deberá partir de ese contexto, sino se llevará grandes decepciones y terminará por destruir al teatro local en lugar de aportarle, provocando una especie de canibalismo.
Otro error del crítico radica entonces en argumentar que a una obra le falta esto o aquello sin tomar en cuenta factores como la profesionalización en Oaxaca de actores, dramaturgos, escenógrafos, tramoyistas. Un crítico responsable deberá partir de ese contexto, sino se llevará grandes decepciones y terminará por destruir al teatro local en lugar de aportarle, provocando una especie de canibalismo.
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