martes, 1 de diciembre de 2009

REFLEXIONES DE MÍ MISMO

Se postra el vidrio sobre la mosca, enseñanza del torrente de las más recónditas travesías. El mar se traga el muro de las risas contenidas en el suelo, y lloran las almenas que se ejecutan entre sí. El viento es capaz de arrastrar sólo las sombras del paisaje, incluyendo mi negrura tirada.


Se carga de ademanes la pared filtrada de asteriscos enojados. Debo intentar lamer el clítoris del pezón que se contrae, tierno, asesino, cúspide de la caída.
El gesto se deshace en la mirada de Dulcinea, quien exprime la fogata hasta sacarle el jugo incandescente de las novias esperanzadas.


Apareces como el vértigo de la caída al infinito.


Carencia de talento dibujada en el crepúsculo de mis dedos, apuntando hacia la esquina desdoblada de los mártires ridículos. Soy el sueño de un carbón agonizante en los pedales  que susurra las partículas para comprender el sentido de los inflamados.


Quiero abonar un fragmento de movimiento a los cerros invertidos, estratificar mi cuerpo hasta la secularización. Cada tortilla implica el conocimiento de las aspas, sentido figurado del desorden archivado...

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